lunes, 22 de octubre de 2007

Y todo por mirar...

Y en esos interminables paseos por Santiago de regreso a casa…pensando en lo espantoso que pudo haber sido mi día, el cansancio y esas ganas terribles de golpear lo primero que se me cruzara, escuchando al idiota que apura la micro como si solo fuera para el, la señora impertinente tocando el timbre como si sufriera un fulminante ataque de diarrea, y ese pequeño lactante llorando como si no hubiera recibido alimento durante 8 días…
Por un momento me detuve a mirar a la gente, mirarlos a los ojos, cosa que muy poca gente hace cuando va en una micro, en metro o simplemente caminando por la calle, me detuve y mire los ojos y las caras de las personas que iban conmigo, sus expresiones, e intenté adivinar en qué podrían haber ido pensando, cada rostro tenia una expresión distinta, unos rostros de felicidad, otros de conformidad como si hubiesen logrado algún objetivo importante durante el día, otros rostros pensativos, algunos de preocupación, otros de odio…y el infaltable rostro de tristeza. Me llamó la atención ver tantas expresiones en un mismo lugar, y fue ahí cuando comprendí que lo extraño no es encontrarlas, si no mirarlas, porque tenemos esa extraña manía de caminar mirando el suelo, quedarnos pegados mirando una vitrina, o peor aun, tonteando con algún objeto inútil en nuestras manos, pero nunca miramos a la persona que tenemos por delante, nunca le decimos “buenos días” al chofer de la micro (y quizás es todo lo que el espera recibir en su rutinario y estresante trabajo), solo nos concentramos en nuestra propia realidad y olvidamos que en el mundo somos muchas personas, y por cada persona existen muchas historias, y la gran mayoría de ellas inconclusas…
Ahí fue cuando note el rostro de un señor de avanzada edad que venia en el asiento de al frente, era distinto, su expresión no era la misma del resto, su cara expresaba paz, esa paz que todos buscamos…y algo me llamó la atención…el también venia observando a la gente, pero su rostro no era de asombro como el mío, el suyo era calmo, como si comprendiese cada gesto, cada expresión…probablemente porque el ya había vivido muchas de las cosas que nosotros recién venimos viviendo, el tiene algo que a nosotros nos falta, experiencia…y ese deseo de seguir aunque prácticamente ya lo haya vivido todo.
Eso en parte me motivó, y de alguna forma dejo de hacerme sentir ese cansancio y las ganas de golpear lo que se me cruzara, porque en el mundo no estamos solos, estamos rodeados de miles y miles de personas todos los santos días de nuestra vida, pero por mirar siempre el suelo no lo vemos, porque nos preocupamos del mañana, del presente y del pasado, y no disfrutamos nada, porque somos egoístas, porque somos tontos y porque aun nos queda mucho camino por recorrer…
Ese hombre probablemente sabia lo que yo estaba pensando, y también supo que algún día me sentaría en el mismo lugar y mi rostro ya no seria el mismo de hoy…sino uno de paz como el suyo.

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